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martes, 17 de mayo de 2016

Reseña de A pulso en Caravansari

La revista Caravansari acaba de incluir en su número 6 dos reseñas de sendos títulos de nuestra colección. La primera de ellas, escrita por Vicente Gutiérrez Escudero, se refiere al poemario A pulso, de Antonio Méndez Rubio.


El yo en los demás


Vicente Gutiérrez Escudero


En 1954 el surrealista Gherasim Luca realizó un experimento que podría calificarse como extraliterario: envió cartas a una dirección encontrada al azar. Los textos se publicaron en 2003 bajo el título Levée d’écrou. En ellos Luca se enfrenta al silencio de su destinatario: ironiza y reflexiona acerca de esa ausencia. En un sentido similar apuntaba Giorgio Agamben al afirmar, en un ensayo publicado en New Observations, que «el destinatario del poema no es una persona real sino una exigencia» para aseverar, más adelante: «no hay un lector de poesía». Entonces, ¿para quién se escribe?

En esa senda indagatoria podríamos ubicar A pulso, la nueva publicación de Antonio Méndez Rubio, editada en Sol y sombra. Lo constituyen doce poemas en prosa dedicados a amistades fallecidas, en los que se intuyen, como en los trozos de un espejo fragmentado, momentos vividos y extractos de conversaciones. No son diálogos, aunque en ocasiones hable el otro: «Así, a través de ti, no es posible ninguna separación. Así de claro, dices».

El poeta sostiene a pulso la evidencia de la pérdida, la ausencia materializada como realidad, oscilando entre lo que desaparece y la incertidumbre. De hecho, desconocemos la identidad de muchos de los «destinatarios»; tan sólo se indican cuatro de los nombres: Félix Grande, Dulce María González, Pedro Montealegre y Joaquín Herrera Flores. Pero el poemario va mucho más lejos: es todo un desafío a los esquemas clásicos de comunicación, en el que los límites entre emisor y receptor se difuminan. Estas rupturas y desbarajustes de los códigos lingüísticos habituales tienen un efecto sorpresivo y liberador en quién los lee, hasta el punto de hacerle dudar sobre quién está hablando tras el poema.

Además, Méndez Rubio nos muestra cómo, en un mundo tan individualista, la poesía puede, al vincularse a los otros, acceder a los resquicios más profundos del entramado social. Habría que volver a incidir, como hiciera Olvido García en el prólogo a Por más señas, en algo esencial para Antonio Méndez Rubio: «la relación de la poesía (…) con lo real». Y es que debajo de toda identidad siempre están los demás. El yo nos permite ser otros; ser todas esas posibilidades que bucean en uno. Dice Méndez Rubio: «No escribo, te leo los labios». Se activa así una grata subjetividad colectiva, configurando un extraño magma en el que están presentes el poeta y los que le rodean, a pesar de su ausencia.

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