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lunes, 27 de julio de 2015

Antonio Méndez Rubio: A pulso

Hay hechos que, casi sin quererlo, constituyen humildes pero bellos hitos en nuestras pequeñas historias personales y proyectos colectivos. Nos alegra anunciar que acabamos de publicar la décima plaquette de Sol y sombra: A pulso, de Antonio Méndez Rubio. Este poemario está escrito bajo el signo de la desaparición, puesto que en él se recogen recuerdos e imágenes —casi «diálogos» según el propio Antonio— que llenan el vacío aún palpitante que dejaron recientemente personas próximas al autor. Ante la presencia incontestable de la muerte, sólo cabe la palabra que testimonie la huella luminosa de ciertos momentos vividos en común. Así, se percibe que abordar este poemario ha requerido una presencia de espíritu para sobreponerse a la sombra de la ausencia y sostener a pulso la verdad del recuerdo mediante una escritura cuyo íntimo temblor es la mejor prueba de su autenticidad.


Como es habitual, esta plaquette consta de una tirada de 75 ejemplares numerados y firmados por el autor. La ilustración de cubierta está realizada por María Saro. Hay ejemplares disponibles en las librerías santanderinas Gil y La Vorágine, así como a través de la sección de pedidos.

Para terminar, aquí os presentamos a modo de muestra dos de los poemas de A pulso:

Tu tiempo, letra a letra, amenaza con una lengua oíble. La distancia a la voz es igual que la que va desde un día a otro. Con cada afirmación se mueve un párpado. Es posible esperar, hablar y salvar nada. Fuera de ritmo, de sí, la rabia se secuestra a sí misma. ¿Lo ve todo? Ninguna mariposa descansa en la nieve, ni se apoya justo encima de un libro. Sabe que te debe algo, aunque no sea momento. Una moneda al aire, un fragmento de cielo.

(Félix Grande)


Te creí. Te creo. Puedes ver lo difícil que es cuidar de una palabra. Puedes saberlo y no precisamente eso es gracias a mí. El corazón del fruto es más duro que el hecho de que haya árboles que, vistos de lejos, se puedan parecer entre sí sin pretenderlo. Ninguna tasa, ninguna tara se corresponde con la turbiedad de esperarnos de día, con esta fuerza blanca con forma de regalo donde no hay otro regalo que no pase por el clima de rozar tu silencio, de imaginarte entrar, por fi n sin mí, en un nuevo verano.

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